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El camino del Emprendedor

Actualizado: 6 feb 2020



Emprender es difícil. Empresas nacen y mueren en Argentina (y el mundo) a un ritmo asombroso y creciente. Alrededor del 90% de las empresas fracasan antes de cumplir 5 años. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué tantas personas que ingresan en el mundo de los negocios salen fustrados (y, seguramente, empobrecidos)? ¿Qué debemos aprender para sobrevivir y crecer?


Existe además una fantasía alrededor de los emprendedores, que refuerza este problema: la figura típica del emprendedor es un superhombre/supermujer que tiene una visión muy clara de lo que quiere, desafía constantemente los obstáculos que se van presentando, soporta estoicamente los vaivenes del destino, y se apoya en su equipo para realizar el sueño de su empresa propia y volverse millonario. Esta es la imagen que nos dan, normalmente, los medios de comunicación. El gran problema de este mito es que nos da la sensación que el éxito de nuestro emprendimiento es relativamente sencillo: basta con mucho trabajo y buena voluntad para salir adelante.


La dosis de realidad es la siguiente: el potencial emprendedor promedio normalmente trabaja en alguna empresa, y es especialista en algún area. Es decir, es un técnico. Con el paso del tiempo empieza a pensar que podría abandonar este lugar para fundar su propia empresa. Sueña que tiene más habilidades y conocimientos que el propio dueño y que podría hacer las cosas mucho mejor. Entonces decide lanzarse al ruedo. El futuro emprendedor asume que si conoce el trabajo técnico de un negocio, entiende también el negocio que hace el trabajo técnico. ¡Pero son dos cosas diferentes! Este es el primer gran error.


Comienza él solo, haciendo todo el trabajo: atiende a los clientes, va a los bancos, negocia con los proveedores, desarrolla los productos, hace las compras, etc. Este trabajo solitario funciona al principio, porque no hay demasiados clientes, ni demasiados pedidos. Pero como normalmente uno es bueno en lo que hace, y atiende a los clientes personalmente, el negocio empieza a crecer.


Cuando el negocio crece empieza a volverse cada día más extenuante: demasiados clientes, demasiados proveedores. El emprendedor necesita ayuda. Entonces contrata a alguien para que lo ayude en todo lo que no le gusta hacer: temas administrativos/contables, bancos, etc.


Al principio esto genera alivio para el emprendedor, porque vuelve a tener tiempo disponible para lo que le gusta y sabe hacer: resolver problemas técnicos y atender a los clientes. Pero como el negocio crece un poco más, nuestro compañero empieza a perder el control de los temas que maneja y el emprendedor empieza a retomar temas que había dejado en el olvido, renegando de su colaborador porque no trabaja lo suficiente o no es lo suficientemente apto para el trabajo que le encomendó. Como el emprendedor colapsa nuevamente con tareas que lo exceden, empieza a fallar a los clientes, a retrasar sus pedidos y comienza por primera vez a recibir quejas cada vez más frecuentes.


Entonces comienza la gran encrucijada para el emprendedor: ¿debe achicarse y volver a atender personalmente a sus clientes? ¿Debe redoblar sus esfuerzos? ¿O debe crecer y alcanzar la madurez como empresa?


Este es el punto donde la mayoria de los emprendedores fracasa. Las alternativas son:

1. Volver a ser pequeño: Si no puedo controlar el caos, me alejo de él. Es lo que hace la mayoría. No es intencional, es por miedo. La empresa termina muriendo. El emprendedor termina fustrado, porque no tiene una empresa, sino un trabajo.

2. Quebrar: muy comun en emprendimientos tecnológicos. El caos crece demasiado rápido y todo precipita de golpe.

3. Sobrevivir: a costa de la familia y de la felicidad. El emprendedor tiene q estar trabajando todo el tiempo. Es consumido por el negocio. No explota el negocio, explota el emprendedor.

4. ¿La solución? Alcanzar la MADUREZ. Pero ese es tema de un próximo artículo.


(Parte 1).













Por Juan Carlos Agostini,

Director del Instituto Minka y Empresario

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