Corría el año 2004. Éramos un grupo de jóvenes estudiantes universitarios que, en rondas de mate y café, estudiábamos distintas economías del mundo. Había una respuesta común a las preguntas: ¿Cuál es la economía con mayor inflación, peores niveles de pobreza, mayor desigualdad, mayor desocupación, mayor analfabetismo? En fin... ¿Cuál es la economía con peor desempeño? La respuesta repetida era siempre: BANGLADESH. Hoy, este pequeño país del sudoeste asiático es el segundo proveedor más grande del mundo de trabajo en línea. Bangladesh no es ningún paraíso. Sin embargo, logró un cambio que derivó en un progreso que no tenía. Intentaré clarificar a dónde voy con esta introducción:
La Argentina es una sociedad compleja, cambiante, multifacética. Un país federal, organizado como unitario, donde el motor de la economía se encuentra en el interior, pero su riqueza se concentra en la capital. Un país donde permanentemente vemos noticias que muestran la solidaridad de un pueblo, mezcladas con los más escandalosos casos de corrupción o de desnutrición en los distintos rincones de la nación. Un país donde se mira con desconfianza a quien genera riqueza y con desprecio al “ñoqui”. Y en esta jungla es donde decidimos vivir, estudiar, trabajar, formar una familia, criar a nuestros hijos y en todo esto: EMPRENDER.
La vida del emprendedor argentino, sea del tamaño que sea, está signada por la incertidumbre, presión del Estado, falta de reglas claras, cambios de escenarios, crisis y problemas de todo tipo. Y sin embargo, el emprendedor sigue adelante, con aciertos y errores que les llevan puestos sus proyectos.
¿Y cómo sobrevivimos? No hay garantías, pero podemos ver que existen características comunes en los emprendedores que logran sostenerse en el tiempo:
Crecer. La mirada focalizada en el crecimiento es un factor clave. Lo que no crece, está muriendo. Por supuesto que podemos tener malas campañas, pero el foco debe estar en el crecimiento. Éste debe ser inteligente, planificado, ordenado. Como emprendedores, debemos aprender a planificar el crecimiento. Una forma es asociarse con quienes nos complementen. Si queremos hacer todo, será más difícil. Más, cuando nos toque hacer lo que no sabemos, no podemos o no nos gusta.
Asociarse. La nueva forma de hacer negocios nos muestra que la asociatividad nos potencia. Nos permite escalar en nuestros negocios y aprovechar oportunidades que solos no podemos.
Innovar. La innovación mueve el mundo. Es la creatividad puesta en práctica. La innovación debe estar presente en nuestros ojos permanentemente. Quienes tienen la habilidad de ver los sucesos con mirada crítica, logran innovar. Encuentran nuevas formas de hacer, comunicar, resolver, organizar o planificar. Bajan costos y agregan mayor valor.
Empeño. Y todo esto se debe hacer con empeño. La vida del emprendedor no es fácil y menos en un entorno como el nuestro. No desanimarnos es clave, tanto como apoyarnos en otros.
¿Por qué traje a colación a Bangladesh? Hoy, la respuesta fácil ante las mismas preguntas es (o podría ser) Argentina. El caso Bangladesh nos da una luz al final del túnel. Nos muestra que es posible salir adelante. Hoy, desde el lugar más remoto, se puede generar valor. La mirada nueva en un mundo integrado, pero con mayor conciencia sobre las personas y el medioambiente, es una oportunidad para innovar y ofrecer algo distinto al mundo. Asociándonos en la diversidad, con foco en el crecimiento y con mucho empeño.
La vida del emprendedor no es simple, pero cuando ya tenés dentro el bichito, empezás a mirar la vida con otros ojos. No bajes los brazos. Buscá cosas nuevas. Juntante con quienes te potencien. Planificá tu crecimiento. Vale la pena.
Por Fernando César Villanueva,
Director del Instituto Inclusivo Minka, Empresario y Mentor del programa EGME
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